Cosmética sin química de por medio

Volver a los orígenes se ha convertido en una tendencia en todos los campos de la vida: cesta ecológica en lugar de alimentos envasados, bicicleta y no coche (o coche compartido para largas distancias), ropa hecha a mano en vez de made in Bangladesh, y remedios caseros antes de ponernos una píldora a la boca.

En una sociedad altamente tecnificada, virtual y despersonalizada como el actual se empieza a valorar mucho la sapiència tradicional, y la belleza no está al margen: la cosmética natural está en boga y cada vez son más marcas las que se dedican a ella. ¿Cómo podemos saber si el que estamos comprando es realmente ecológico? ¿O se tiene que decir biológico? ¿Natural? Es un cacao, lo sabemos, pero vamos a adentrarnos en este fascinante mundo.

Utilizar productos cosméticos ecológicos

“El concepto ecológico aparece cuando lo que es normal es que tengan químicos y tóxicos. Antes a ningún producto se lo denominaba ecológico porque todos lo eran”, asegura Ana Isabel de Andrés, creadora de Amapola Biocosmetics, una marca segoviana de cosmética ecológica con dos tiendas al Estado (una en Barcelona, en la calle Bòria, 20, y la otra en Segovia). Lejos de vanagloriarse , De Andrés asegura: “No hemos descubierto nada. Usamos recetas ancestrales y productos de muy buena calidad. Recuperamos las propiedades naturales de las plantas y las usamos para vivir mejor, como se hacía antes”.

No experimentar con animales

Este conocimiento ancestral de los principios activos que tienen las plantas evita, al mismo tiempo, la experimentación con animales. “No hay que hacerlo, son plantas que se han usado toda la vida”, comenta Laura Prat, directora comercial de Matarrania, una marca de la Franja fundada hace ocho años y con el aceite de oliva como producto estrella de su gama de cosméticos, a pesar de que no sea el único: “Hagamos recogida selectiva certificada de plantas a la montaña, sabemos como hacerlo porque el próximo año haya más, no lo dejamos despoblado. Además, usamos avellanas y sésamo, todo de la zona del Matarranya, rosas de Damasco y rosa mosqueta de Andalucía… Siempre procuramos utilizar productos de kilómetro cero, pero hay cosas que nos gustan mucho y que aquí no se hacen, como la canela y la ilang-ilang”, explica Prat.

A pesar de que, obviamente, las impulsoras de cosmética natural no quieren de otra, tampoco hacen la guerra a la sintética, la que trae químicos, la que hoy en día es convencional, vaya. “No soy anti cosmética convencional radicalmente, hay que respetar el trabajo de los profesionales”, dice Prat, a pesar de que puntualiza que no es la más recomendable: “Vampiriza la piel, hace efecto film de plástico a la superficie cutánea para hacer subir tu agua y parece que desaparezcan las arrugas, pero no”.

De entrada todo es mejor si la cosmética es natural: es respetuosa con el medio ambiente y con la piel (no hay riesgo de sufrir reacciones alérgicas), tiene un precio muy similar a la cosmética corriente, aporta más beneficios para la piel y no se contamina con productos no naturales. Pero, caduca antes? Depende: si es cosmética casera o con ingredientes vivos tiene una duración muy limitada; si, en cambio, usa aceites como conservantes naturales, su vida puede ser igual o más larga que la de la cosmética química.